Represión a comerciantes en el centro de Cuernavaca…

Tensas negociaciones en el viejo hotel Papagayo/ El Nuevo Grupo Sindical logra el amparo para el comercio informal/ Policías municipales violan la decisión del juez que lo otorgó/ Cierran la calle de Guerrero para la represión/ Inspectores abusan de fenicios y destruyen sus mercancías/ Nunca apareció el representante jurídico del Ayuntamiento/ Se corre el riesgo de violencia y sangre… Carlos O. Morales
…Son muchos, sus nombres comunes, Juan, María, Carlos, así, simples nombres de pila, no existen sus apellidos, esos se ven en las viejas credenciales de partidos políticos que alguna vez prometieron ayudarlos. Su vida se desarrolla en las calles, sus hijos crecen junto a ellos, sus ilusiones y sus metas van de la mano, son los informales, los fenicios, los comerciantes ambulantes o semifijos, son los que mueven la economía subterránea, el dinero líquido, contante, el que no llega a los bancos sino que se reparte entre el que compra y el que vende, el de los cacahuates, la fruta picada, los churros, los tamales, los elotes, los perfumes y la ropa callejera, las bolsas de mujer y los lentes de procedencia china. Son los mismos hombres y mujeres que tienen su modo de vida en las calles del centro de Cuernavaca, son los que venden de todo para sobrevivir, son la carne de cañón de los candidatos oportunistas y vivales que se cuelgan de ellos para ser diputados o alcaldes. Son el alma de esta ciudad capital, son los que dan vida a una calle que por siempre es el corazón para la vendimia y el negocio casual, son los sin-nombre, son los bara-bara, son los tenis de a 200 varos, son los plátanos y los churros rellenos, son las bolsas para la damita, son las mochilas para los hediondos, los chamacos, los diablillos.
Esos comerciantes ambulantes, son la escenografía de una ciudad maltratada y vejada, son los que pagan impuestos aunque muchos no lo crean, son los que algunas veces pecan de ingenuos, y otras de verdaderos gandallas en eso de vender y comprar, de ofertar la luna de queso, así como los cds, y los lápices de colores, son los chachareros de todo a 10 varos, son los hijos de la calle ya no los del quinto patio. Son los mismos que ayer fueron agredidos una vez más por los policías enfundados en sus uniformes azul marino con su escudo de plástico y su bizarra macana, son los famosos azules del ayuntamiento de Cuernavaca, a los que no hay nada que reclamarles, pues solo cumplen las ordenes de un “ojete” director metropolitano que jamás dará la cara, así le llaman los agredidos no el que escribe, incluso ayer, les hizo falta madre a muchos, porque el enojo informal, el enojo callejero les recordó a quien los parió.
Ayer, el jefe de inspectores pecó de ingenuo, de imberbe, de ignorante, se enfrentó a quienes cooperan para su salario, le grito a indefensas mujeres que bien gritonas e insultantes jamás deben ser objeto de agresiones verbales, eso es violencia contra el género aquí y en cualquier parte, menos que los lambiscones subordinados al citado jefe de inspectores lo traten de proteger de quienes fueron agredidas por él. Los policías entre el enojo y la indiferencia, solo cumplieron con el deber de reprimir, de desalojar a como diera lugar a quienes solo tienen ese medio de vida, la calle, la banqueta, la voz fuerte y clara para vender sus mercancías y para mentarle su madre a los polizontes o guardianes del orden. La calle de Guerrero, la de Arteaga, la de Degollado y el zócalo, se vieron llenas de inspectores-golpeadores, de policías mal pagados y mal encarados, todos para reprimir a quienes toda la vida han vendido en las calles, aquí e el centro de Cuernavaca, donde ayer, por primera vez tuvieron un defensor.
Si, no fue ni es un súper héroe, no tiene capa ni superpoderes, es un líder en ciernes, un heredero de una dinastía de líderes sindicales, es el vástago del guía moral del Nuevo Grupo Sindical, es nombrado como en el viejo Egipto, “Judá” Ben Hur, el menor de la dinastía de Bulmaro Hernández Juárez, es el enorme chamaco que poco a poco se hace de un nombre entre el sindicalismo morelense, es un joven de lucha y de principios, los mismos que lo llevaron a emprender esa tarea de titanes, defender a los comerciantes informales, a los que no tenían voz ni voto en el ayuntamiento de Cuernavaca ni representatividad ante el gobierno estatal.
El joven del NGS, logró adjudicarse un triunfo laboral que lo pone en el umbral de los elegidos, de los líderes que escasean, de los que hacen de la lucha sindical y social una bandera, Ben Hur Hernández alcanzó a promover un amparo para que los comerciantes puedan desempeñarse en las calles, y tarde o temprano, las autoridades ya sean municipales o estatales tendrán que reconocer ese derecho al trabajo de cientos de familias que tienen desde hace muchos años, el derecho de trabajar las calles.

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